Se ven marchando duros, color de la corteza que la agresión del hacha repele y no se inmuta. Como los pedernales, sombría la cabeza, pero lumbre en su sueño de cáscara de fruta.
Huelen los capotones a corderos mojados, que forra un mal sabor a sacos de patatas, uncido a los estiércoles y fangales pegados en las cansinas botas más rígidas que patas.
Sonando a oscura tropa de mulos insistentes, que rebasan las calles e impiden las aceras, van los hombres del campo como inmensas simientes a sembrarse en los hondos surcos de las trincheras
Muchos no saben nada. Mas con la certidumbre del que corre al asalto de una estrella ofrecida, de sol a sol trabajan en la nueva costumbre de matar a la muerte, para ganar la vida.