Cayó el silencio sobre mi mundo, en el que tú no estabas. También la sombra descendió a mi estancia y tuve miedo de que te perdieras. Entonces encendí mi lámpara. Su luz bañó mis manos y las alcé tan alto, que parecían diez faros alumbrando el océano, donde tal vez, náufrago y solo, navegabas.