Escojo la voz más tenue para maldecir del trueno, como la miel más delgada para triaca del veneno. En la corola embriagada del más efímero sueño, interrogo las astucias del desquite contra el tiempo, y a la barahúnda opongo el escogido silencio. No es menos luz la centella por cegar sólo un momento, ni es desamor el amor que enmudece por intenso. Cada vez menos palabras; y cada palabra, un verso; cada poema, un latido; cada latido, universo. Esfera ya reducida a la norma de su centro, es inmortal el instante y lo fugitivo eterno. Flecha que clavó el destino, aunque presuma de vuelo, déjate dormir, canción que ya duraste un exceso.