Hundo mis manos en la última luz de la tarde. Busco en ella quizá tan sólo el fervor de un recuerdo. El fruto que nos llama desde el fondo de las aguas. La huella feliz que espera a lo lejos el retorno de mi planta. La luna colgada en los naranjos. La soledad de aquellos patios.
Hundo mis manos en la última luz de la tarde. ¡Y todo está aquí! Felizmente impalpable. Como el fuego que yace en la memoria. Como el vuelo reposado de las aguas. Como el tiempo que me sueña junto a la palabra que desciende y me nombra.