Miré el tiempo y conocí la noche. Mi mente puso incendios en la nada. Fueron soles, miríadas, que llenaban el cielo. Todo era cielo. Tuve todo, menos dioses en impasible felicidad. Viví con embeleso en el radiante concierto de los mundos.
De astro en astro, hasta el infinito pudieron ojos mortales medir al fin la pequeñez humana. De galaxia en galaxia, iba el alma tras la vista, hacia firmamentos en donde nada medra ni concluye.
Cantó en el cielo el azul de la noche y el ruiseñor huyó al umbral del tiempo. Los cerros llamaron con música de vuelo a las estrellas. Pasó un ciervo blanco por el sigilo húmedo del bosque, y en la sombra despertó tu desnudo. la tierra fue de nuevo mi deseo.