Dondequiera, ya no es alguna parte, ya no es hotel, ni plaza, ni alameda; ya no es un restaurante ni una casa friolenta, donde todos acechan; amargando el frescor de la sorpresa.
Se terminaron todos los lugares, los destruyó la vida sin decirme, los destruyó el destino sin contarme; los destruyeron, para destruirme.
El éxtasis, no corre por mi carne, crucificaron todos los momentos, y mi vista no es nave bregando en las ondas de tu cuerpo. A veces, la llovizna, trae aroma distraído de tu aliento, y emigro a los túneles de octubre a fumar y a degollarme en tu recuerdo.
No ha pasado la crisis, y no podrá pasar, es lo que siento. En ninguna parte te encuentro. Tenemos que buscarnos mucho, mucho, con deseo fuerte y pensamiento; desgarrando las casas con la vista, viajando en la alfombra del afecto. Tenemos que buscarnos, en el pecho y la espalda, si es posible, del tiempo.
Yo, te miraba de reojo, mostrándome discreto. El ámbito aceptaba mi soborno, y sentía que el momento y la vida... ¡Por fin, valían un poco!
Voy a peinar la ciudad de arriba abajo, voy a poner en la nariz de mi sabueso la parte tuya que dejaste en mí, para que rastree tu recuerdo; en la tierra y el cielo, para ver si te encuentro.