Común es el amor en sus inicios cuando extiende sus ramas y toca tu cabello, y lamina de pulsos la epidermis. Común cuando se desvanece y es agua que se escurre por la pendiente como cera ante el fuego. Ordinario el destierro, su dolor el cuchillo en el vientre, la torre de Babel y su infortunio. Común ese desapacible insomnio la góndola que aguarda agazapada en la corriente donde el garfio iluminado nos acecha. Frecuente la sonrisa, la nostalgia de ayer, el futuro terror y su placer, el motor de la vida, la poesía.