Jorge Guillén. Unos caballos



Peludos, tristemente naturales,
En inmovilidad de largas crines
Desgarbadas, sumisos a confines
Abalanzados por los herbazales,

Unos caballos hay. No dan señales
De asombro, pero van creciendo afines
A la hierba. Ni bridas ni trajines.
Se atienen a su paz: son vegetales.

Tanta acción de un destino acabe en alma.
Velan soñando sombras las pupilas,
Y asisten, contribuyen a la calma

De los cielos - si a todo ser cercanos,
Al cuadrúpedo ocultos - las tranquilas
Orejas. Ahí estan: ya sobrehumanos.

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