Ramón María del Valle-Incl´n. El Jaque de Medinica


La llama arrebola la negra cocina,
pone maritornes magras de cecina
en las sopas cáusticas de ajo y pimentón.
El Jaque se vuelve templando el guitarro,
a la moza tose porque sirva un jarro
y oprime los trastes pulsando el bordón.

La jeta cetrina, zorongo a la cuca,
fieltro de catite, rapada la nuca,
el habla rijosa, la ceja un breñal.
Cantador de jota, tirador de barra,
bebe en la taberna, tañe la guitarra,
la faja violeta esconde un puñal.

Crepúsculo malva. Puerta de la villa
sobre los batanes. Bajan a la orilla
del Ebro las recuas. Lento tolondrón.
Templa la guitarra el gañán avieso,
y el agudo galgo roe sobre un hueso
en la laureada puerta del figón.

Al coime que pone vino en las corambres
enseña las ligas de azules estambres
la moza encorvada sobre el fogaril,
y por amarillos vanos de pajares
los mozos de mulas llevan sus cantares,
disputas por naipes y gay moceril.

El Jaque merienda con dos bigardones
de fusta, zamarro, roñosos zajones
y gorra orejera de pelo de can.
Hecha la merienda juegan al boliche,
en medio del juego hablan sonsoniche,
demandan el gasto, pagan y se van.

Tejados haldudos de lejana villa
que en el horizonte es toda amarilla
sobre la desnuda corva de un alcor...
En el campanario la flaca cigüeña
esconde una pata y el misterio enseña:
la villa amarilla toda es resplandor.

Figón del camino: votos arrieros,
piensos de cebada, corral con luceros,
por los corredores la luz de un candil.
Lejanas estrellas hacen gorgoritos
en el cielo zarco. En los monolitos
del camino fuma la Guardia civil.

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