Golondrina, peregrina
dónde duermes en invierno;
hay en tu cielo una esquina
donde guardes nido eterno?
Vuelas tú, no vuela el nido;
sol de cielo en primavera,
azul dulce y derretido,
golondrina forastera.
Tú volverás con las flores
a tu nido aquí, el de paso,
y nos traerás los amores
que se duermen al ocaso.
¿Y el eterno amor del cielo
que de amores nos consuela,
el muerto inmortal anhelo,
el del nido que no vuela?