Julio Cortázar. La obediencia



To the dark lady

Una antigua vez más se alza el reclamo
desde el canto trivial y la guitarra,
la doble soledad que nos amarra
noche a noche en un bar, y no te amo,

no es el amor, no es nada más que el Amo
con tu piel, tu saliva, con la garra
que delicadamente nos desgarra
cada vez que en tus muslos me derramo.

Dos cuerpos que murmuran su vigilia
bajo el empecinado centinela
del simulacro de este amor yacente,

qué amarga servidumbre reconcilia
la sombra equinoccial que te modela
con esta pálida aura de occidente.

La Habana, 1967

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