A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento.
Subido a ella, el corazón sangriento
verá la mar, por el empurpurada.
Fabricare en mi sombra la alborada,
mi lira guardare del vano viento,
buscare en mis entrañas mi sustento...
Mas iay!, ¿y si esta paz no fuera nada?
¡Nada, sí, nada, nada!.. — O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío...
Que tú eres tu, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!
... ¡y soy yo solo el pensamiento mío!
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